Supongo que esto que os voy a
contar pasa con frecuencia en muchos deportes todos los fines de semana.
Tampoco es tan extraño. Afortunadamente no es tan extraño. Probablemente
va dejando de ser normal conforme los equipos de chicos o chicas se van
haciendo más mayores hasta convertirse en una excepción en el deporte
profesional.
Ya sabemos: los resultados
mandan.
Se disputaba el partido entre los
equipos prebenjamines del Lloret de Mar y la S. H. U. M. de Maçanet de la
Selva, en la cancha del primero. Hacía tiempo que no veía jugar a niños y niñas
tan pequeños al hockey (el tiempo pasa y los hijos se hacen mayores) y lo
cierto es que me estaba resultando de lo más entretenido el ver cómo patinan y
juegan unos críos tan pequeños.
El encuentro estaba más o menos
igualado hasta que un fortuito rebote hizo que la bola golpeara en la cara de
uno de los chicos del Lloret dejándole con un buen chichón y sin poder volver a
la cancha el resto del partido. El
equipo, en cuadro por no tener sustitutos disponibles, se aprestaba a jugar
todo lo que quedaba en inferioridad numérica. Y eso en el hockey es un
problema. Cuatro contra tres es toda una diferencia.
Aún así el Lloret no perdió los
papeles y se dispuso a capear el temporal con una buena defensa y tratar de
alcanzar la portería contraria con contrataques rápidos o tiros lejanos. El
equipo de la S.H.U.M. muy sólido en todo el campo, dominaba el marcador, y
también el partido.
En esto se produjo una jugada de
ataque del Lloret que acabó con un disparo a puerta. Los lloretenses reclamaron
gol. Una parte del público también. Pero el árbitro, tal vez tapado por el
propio portero, no apreció que la bola hubiera traspasado la línea, de manera
que no concedió el tanto.
Los chicos, unos y otros,
siguieron jugando, patinando, moviendo la bola y lanzando a portería. Pero algo
rondaba en la cabeza del portero de la S.H.U.M. Algo le mantenía intranquilo
porque no habían pasado dos minutos y había llamado a uno de sus jugadores con
el que cruzó unas breves palabras. El juego continuaba.
Hasta que el pequeño portero se
irguió, levantó el guante para detener el partido y patinó hasta el encuentro
del árbitro. Entonces le explicó el motivo de su inquietud: él creía haber
visto claramente la bola traspasar la línea de gol y, por tanto, entendía que
éste debía haber subido al marcador.
El árbitro le explicó que al no
haberlo visto él, no podía darlo por válido, pero le agradeció su gesto, él y
los espectadores que estábamos viendo el partido, tanto de un equipo como de
otro.
Tal vez os pueda parecer una
bobada o una trivialidad. Tal vez me estoy volviendo muy ñoño. He comenzado
diciendo que estoy seguro que gestos así ocurren con frecuencia en cualquier
campo de cualquier deporte, pero a mí me resultó tan gratificante que, semanas
después, todavía lo recuerdo y noto una agradable sensación… algo así como de
comprobar que todavía hay muchas cosas que son como tienen que ser.
Con tanta tontería como vemos
cada semana en el deporte profesional, con tanta estrella (estrellita)
retratándose en cada partido con gestos y acciones de lo más antideportivo, a
mí me resulta suficiente saber que en el deporte base todavía existe el sentido
del honor, la caballerosidad y el juego limpio por encima del ganar a cualquier
precio.
Ojalá este portero y todos los
que son como él crezcan y hagan grande el deporte defendiendo estos valores.
Seguro que él nunca llegará a
saber que aquel gesto suyo quedó recogido en un marginal blog de los millones
que fluyen en la red. Espero que nunca le haga falta que se lo aplaudan para
que vuelva a repetirlo.
Nota. Ganó el equipo del Maçanet,
pero eso,… ¿a quién le importa?
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