En la meta del marathón de Londres 1996
MIS PERSONALES
No es Harry Potter. Es Luis Carlos Jovellar.
También es mago. De los buenos magos del atletismo.
Luis Carlos tiene una virtud que poseen excepcionalmente unas cuantas personas y que es envidiada por el común de los corredores: es de esas personas capaces de correr un marathón prácticamente sin entrenar. Por descontado todas las distancias inferiores las puede hacer tomando la decisión el día anterior, una inscripción rápida y a la línea de salida.
Él lo niega porque es de natural humilde, como casi todos los sabios, pero en su fuero interno sabe que tengo razón. Tal vez en su bola de cristal vea el resultado de la carrera y ya sepa que tal va terminar y así toma la decisión de correr o no.
Todo esto que digo es rigurosamente cierto. Y no solo ocurre con las competiciones. No puede negar que sus escasos entrenamientos están jalonados por situaciones rodeadas de misterio -¿magia negra?-. Si no ¿Cómo explicar que salga de su casa a correr y se pierda por los caminos hasta completar rodajes de más de dos horas? Una combinación de despiste, audacia, misterio e indudablemente, resistencia.
Con Luis Carlos y José Ceballos (otro día le tocará a él asomarse a este blog) he realizado alguno de los entrenamientos más agradables. Por motivos de trabajo hemos compartido maratonianas sesiones de reuniones en un paraje apartado de la civilización: Llánaves de la Reina (León). Para aguantar semejante prueba salíamos a correr a las 7 de la mañana en dirección al puerto de San Glorio y, en los años que hemos podido vivir la experiencia, hemos disfrutado de amaneceres entre montañas nevadas corriendo por una carretera cubierta de nieve (y hielo). Otros años ha sido todo lo contrario, pero el paisaje siempre ha compensado el esfuerzo y la incomprensión del resto de nuestros compañeros.
Tal vez ahora atraviese una fase oculta, pero seguro que antes o después aparecerá por alguna carrera. No le pidáis ningún conjuro, pero si consejo. Acertará.
No es Harry Potter. Es Luis Carlos Jovellar.
También es mago. De los buenos magos del atletismo.
Luis Carlos tiene una virtud que poseen excepcionalmente unas cuantas personas y que es envidiada por el común de los corredores: es de esas personas capaces de correr un marathón prácticamente sin entrenar. Por descontado todas las distancias inferiores las puede hacer tomando la decisión el día anterior, una inscripción rápida y a la línea de salida.
Él lo niega porque es de natural humilde, como casi todos los sabios, pero en su fuero interno sabe que tengo razón. Tal vez en su bola de cristal vea el resultado de la carrera y ya sepa que tal va terminar y así toma la decisión de correr o no.
Todo esto que digo es rigurosamente cierto. Y no solo ocurre con las competiciones. No puede negar que sus escasos entrenamientos están jalonados por situaciones rodeadas de misterio -¿magia negra?-. Si no ¿Cómo explicar que salga de su casa a correr y se pierda por los caminos hasta completar rodajes de más de dos horas? Una combinación de despiste, audacia, misterio e indudablemente, resistencia.
Con Luis Carlos y José Ceballos (otro día le tocará a él asomarse a este blog) he realizado alguno de los entrenamientos más agradables. Por motivos de trabajo hemos compartido maratonianas sesiones de reuniones en un paraje apartado de la civilización: Llánaves de la Reina (León). Para aguantar semejante prueba salíamos a correr a las 7 de la mañana en dirección al puerto de San Glorio y, en los años que hemos podido vivir la experiencia, hemos disfrutado de amaneceres entre montañas nevadas corriendo por una carretera cubierta de nieve (y hielo). Otros años ha sido todo lo contrario, pero el paisaje siempre ha compensado el esfuerzo y la incomprensión del resto de nuestros compañeros.
Tal vez ahora atraviese una fase oculta, pero seguro que antes o después aparecerá por alguna carrera. No le pidáis ningún conjuro, pero si consejo. Acertará.
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