Esta es una entrevista que se publicó en el diario El Mundo el 31 de diciembre de 2007. El año siguiente mi padre no pudo correr, pero el último día del año 2009 volvió a la linea de salida de la San Silvestre popular y, con 79 años, volvió a ser el más veterano de entre todos los corredores. Lo que pasó entre medias es una historia de superación que será contada en otro momento.
A sus 77 años, y con más de 10 maratones en sus piernas, será hoy el corredor más veterano de la carrera madrileña
ALFREDO MERINOMADRID.- «No, la verdad es que eso a mí me deja frío». A las 10 de la mañana del último domingo de diciembre y mientras se da unas carreritas por el parque del Calero, Angel Iglesias Pérez comenta, a sus 77 años que juegos como la petanca y el chito, muy populares entre los jubilados madrileños, no le gustan nada, que lo suyo es la carrera pedestre. Y así ha sido durante toda su vida.
Incapaz de recordar cuándo empezó a correr, sí que es capaz de volver al colegio, donde tenía un «buen profesor» que animaba a los alumnos a correr, sin ninguna exigencia ni obligación, sólo por el placer de hacerlo.
Entonces Angel triunfaba. «Mis compañeros se iban sentando todos, primero los gorditos, luego los demás; al final sólo quedábamos otro y yo».
Eran tiempos de posguerra, momentos más duros, según admite, que el propio asedio sufrido por Madrid durante la Guerra Civil y que él padeció con seis años. Entonces el deporte popular sencillamente no existía. «Fueron años muy difíciles y el deporte que practicaban los españoles era buscarse los garbanzos. Nada que ver con ahora, que todo es más fácil, aunque también más caro, por mucho que digan lo contrario», polemiza.
Lo recuerda mientras corretea, estira o se ajusta el chip que le dirá su tiempo esta tarde en la San Silvestre. «Esto es una maravilla, pero que nadie se engañe, no hace ninguna falta para hacer deporte. Sólo hay que tener ganas, como yo las he tenido siempre. Sin importarme que me preguntasen que a dónde iba tan loco y en calzoncillos por la calle». Y al venerable abuelo le vienen a la mente los tremendos tiempos de su juventud, cuando en un Madrid provinciano, se iba en compañía de un amigo farmacéutico hasta la Casa de Campo a practicar su afición. «Pero un día estalló un obús de la guerra y mi madre me prohibió salir de casa, porque sabía que, si lo hacía, me iría allí».
Tiempo después, ya en los años 60, pudo estudiar Filosofía y Letras en el mismo curso que Fernando Savater. «Cuando salía de clase, ya de noche, pues trabajaba, me iba a entrenar», recuerda este empleado de una empresa petrolífera que también tuvo tiempo para ejercer como periodista, crítico de teatro y escritor.
El primer Maratón Popular de Madrid, fue una revolución en la vida de Angel Iglesias. «No me había enterado, pues estaba muy enfrascado en mi mundo, pero cuando lo vi, supe que aquello estaba hecho para mí». Dicho y hecho; al año siguiente corrió el primero de sus 10 maratones, con unos tiempos cercanos a las tres horas. Junto a la de Madrid, ha corrido Londres, Nueva York, Estocolmo y Amsterdam. Aparte medias maratones y otras carreras más cortas, hasta más de cien pruebas, cien medallas y diplomas, cien maneras de sentirse vivo.
«Tengo vecinos de mi edad, incluso más jóvenes, que a lo sumo se dan un paseíto por el pasillo del bloque. Yo, aunque cada vez tengo más achaques [este año anda algo fastidiado, pues lleva con una lesión desde el mes de abril, cuando corrió el último maratón de Madrid], pero aparte de alguna lesión como la que he tenido en los gemelos, no cojo ni un catarro». Lo dice con el mismo ímpetu con que disputa las carreras.
«Seguiré hasta que el cuerpo aguante», comenta. Cuando le ves trotar, con el frío que pela de estas primeras mañanas invernales, ataviado sólo con una tenue sudadera, te das cuenta de que le queda cuerda para rato. Aunque eso no le inquieta al abuelo de la San Silvestre. Lo suyo es disfrutar del goce adictivo de la carrera, y de paso cuidar la salud física y mental. Angel ha hecho del footing una forma de vida, una terapia que le permite moverse con admirable comodidad en una edad que empieza a ser delicada.
Competir nunca le inquietó demasiado, más allá del desafío que uno establece frente a sí mismo y ante el reloj. Ni tan siquiera le preocupa en exceso cómo terminará esta noche la carrera. «Hace tiempo que dejó de preocuparme. Si no puedo acabar corriendo, pues andando y si no, me retiro. Es lo que tiene cumplir años, que todo es más relativo», advierte el patriarca de una dinastía de corredores cuyo ejemplo ha cundido entre los de su estirpe.
Y esto sí que le emociona. Cuando Angel Iglesias habla de sus nietos, tres de ellos corredores, igual que sus hijos y que su nuera, se le cae la baba. «Siempre me acordaré del día en que mi nieto mayor hizo su primera Canillejas infantil con cuatro años».
LO DICHO Y HECHO
«El deporte más practicado por los españoles en la posguerra era buscarse los garbanzos»
1930: Nace en Valladolid, en «una familia trabajadora». 1932: Su padre encuentra trabajo en Madrid y se traslada con la familia. 1942: Destaca como corredor en el colegio, donde no encuentra rival. 1979: Corre en Madrid su primer maratón. 1981: Corre el Maratón de Nueva York. 2000: Uno de sus nietos, de cuatro años, participa en la Popular de Canillejas. 2002: Con 72 años corre los 10 kilómetros de la San Silvestre vallecana en 52 minutos.
Incapaz de recordar cuándo empezó a correr, sí que es capaz de volver al colegio, donde tenía un «buen profesor» que animaba a los alumnos a correr, sin ninguna exigencia ni obligación, sólo por el placer de hacerlo.
Entonces Angel triunfaba. «Mis compañeros se iban sentando todos, primero los gorditos, luego los demás; al final sólo quedábamos otro y yo».
Eran tiempos de posguerra, momentos más duros, según admite, que el propio asedio sufrido por Madrid durante la Guerra Civil y que él padeció con seis años. Entonces el deporte popular sencillamente no existía. «Fueron años muy difíciles y el deporte que practicaban los españoles era buscarse los garbanzos. Nada que ver con ahora, que todo es más fácil, aunque también más caro, por mucho que digan lo contrario», polemiza.
Lo recuerda mientras corretea, estira o se ajusta el chip que le dirá su tiempo esta tarde en la San Silvestre. «Esto es una maravilla, pero que nadie se engañe, no hace ninguna falta para hacer deporte. Sólo hay que tener ganas, como yo las he tenido siempre. Sin importarme que me preguntasen que a dónde iba tan loco y en calzoncillos por la calle». Y al venerable abuelo le vienen a la mente los tremendos tiempos de su juventud, cuando en un Madrid provinciano, se iba en compañía de un amigo farmacéutico hasta la Casa de Campo a practicar su afición. «Pero un día estalló un obús de la guerra y mi madre me prohibió salir de casa, porque sabía que, si lo hacía, me iría allí».
Tiempo después, ya en los años 60, pudo estudiar Filosofía y Letras en el mismo curso que Fernando Savater. «Cuando salía de clase, ya de noche, pues trabajaba, me iba a entrenar», recuerda este empleado de una empresa petrolífera que también tuvo tiempo para ejercer como periodista, crítico de teatro y escritor.
El primer Maratón Popular de Madrid, fue una revolución en la vida de Angel Iglesias. «No me había enterado, pues estaba muy enfrascado en mi mundo, pero cuando lo vi, supe que aquello estaba hecho para mí». Dicho y hecho; al año siguiente corrió el primero de sus 10 maratones, con unos tiempos cercanos a las tres horas. Junto a la de Madrid, ha corrido Londres, Nueva York, Estocolmo y Amsterdam. Aparte medias maratones y otras carreras más cortas, hasta más de cien pruebas, cien medallas y diplomas, cien maneras de sentirse vivo.
«Tengo vecinos de mi edad, incluso más jóvenes, que a lo sumo se dan un paseíto por el pasillo del bloque. Yo, aunque cada vez tengo más achaques [este año anda algo fastidiado, pues lleva con una lesión desde el mes de abril, cuando corrió el último maratón de Madrid], pero aparte de alguna lesión como la que he tenido en los gemelos, no cojo ni un catarro». Lo dice con el mismo ímpetu con que disputa las carreras.
«Seguiré hasta que el cuerpo aguante», comenta. Cuando le ves trotar, con el frío que pela de estas primeras mañanas invernales, ataviado sólo con una tenue sudadera, te das cuenta de que le queda cuerda para rato. Aunque eso no le inquieta al abuelo de la San Silvestre. Lo suyo es disfrutar del goce adictivo de la carrera, y de paso cuidar la salud física y mental. Angel ha hecho del footing una forma de vida, una terapia que le permite moverse con admirable comodidad en una edad que empieza a ser delicada.
Competir nunca le inquietó demasiado, más allá del desafío que uno establece frente a sí mismo y ante el reloj. Ni tan siquiera le preocupa en exceso cómo terminará esta noche la carrera. «Hace tiempo que dejó de preocuparme. Si no puedo acabar corriendo, pues andando y si no, me retiro. Es lo que tiene cumplir años, que todo es más relativo», advierte el patriarca de una dinastía de corredores cuyo ejemplo ha cundido entre los de su estirpe.
Y esto sí que le emociona. Cuando Angel Iglesias habla de sus nietos, tres de ellos corredores, igual que sus hijos y que su nuera, se le cae la baba. «Siempre me acordaré del día en que mi nieto mayor hizo su primera Canillejas infantil con cuatro años».
LO DICHO Y HECHO
«El deporte más practicado por los españoles en la posguerra era buscarse los garbanzos»
1930: Nace en Valladolid, en «una familia trabajadora». 1932: Su padre encuentra trabajo en Madrid y se traslada con la familia. 1942: Destaca como corredor en el colegio, donde no encuentra rival. 1979: Corre en Madrid su primer maratón. 1981: Corre el Maratón de Nueva York. 2000: Uno de sus nietos, de cuatro años, participa en la Popular de Canillejas. 2002: Con 72 años corre los 10 kilómetros de la San Silvestre vallecana en 52 minutos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario